Lágrimas de Fantasma: Prólogo

El Migue abrió los ojos lentamente. 

La luz del sol sobre su rostro no le lastimó en lo más mínimo. Curioso, pensaría a medida que la imagen se hacía más clara frente de sí.

Pronto, la hermosa pradera verde se extendió frente a su visión. Cortada por el medio con un arroyo de aguas cristalinas, y adornada al fondo con una majestuosa montaña de tamaño mediano que cubría parcialmente la luz del sol que inundaba la noche estrellada, y a la izquierda complementada por un frondoso y vivaz bosque, la escena frente a sus ojos no hizo más que sacarle una sonrisa.

… Siempre lo hacía.

Sintió algo curioso sobre su rostro. Pasó su mano por donde sentía la gota líquida caer. Nada.

– Y justo por eso estás aquí, Miguel – le replicó la voz, particularmente familiar, hablando desde su derecha. Al girar su cabeza, reconoció al constructo que ahora se encontraba frente a sí.
– ¿Tú me trajiste? – Preguntó sorprendido.
– Los siete lo hicimos -respondió ella-. Ya es hora de que veas lo que vemos desde aquí adentro. Lo que sientes lo sentimos nosotros… Bueno, casi todos nosotros. Y estamos hartos.
– ¿Te refieres al viejo?
– No, él es el más afectado. Lo veremos pronto. Sígueme.

Entendió entonces que éste sueño no era ordinario. No era un sueño en lo absoluto, de hecho. 

Era un viaje por sus recuerdos, por sus propios demonios. Por sus lágrimas.

Y apenas estaba comenzando…

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