Ojos de Serpiente: Impensable

Miguel llegó al punto de encuentro, un tanto preocupado por su desafortunada y desagradable tendencia a llegar tarde a todo lugar a donde va. Sin embargo, su reloj no mentía. Eran cinco para las ocho. Estaba a tiempo. Se sentó en las afueras de la estación de autobús satisfecho, tratando de recuperar el aliento. Mientras los minutos pasaban, recordaba el camino que lo había traído a ese lugar, y a ese momento.

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Sofía y él habían conversado poco más de cuatro horas hace algunas noches. A él le gustaba platicar con ella, especialmente por la fluidez con la cual mantenían sus charlas, mientras pasaban de tema en tema de manera aparentemente esporádica y, siempre, muy divertida. Además, el estructurado y sensible pensamiento que ella expresaba respecto a las cosas del mundo y muchos de los eventos que le contaba, en los cuales se sentía identificado, hicieron que Miguel se encandilara mucho más con la belleza que percibía de ella.

Dicho esto en pocas palabras, Sofía comenzó a gustarle.

Así las cosas, y viendo que ambos se encontraban en la disposición de hacerlo, Miguel le propuso a Sofía una cita amistosa, a la que ella tardó pocos segundos en aceptar. El objetivo que él tenía era aparentemente simple, pero no dejaba de tener sus aristas, como solía pasar con las mentes que podían pensar de manera diferente al colectivo del mundo.

En esencia, Miguel quería conocer mucho más acerca de ella, sacando los unos y los ceros de en medio. Pero, en el proceso, estaba deseoso de comprobar la verdad detrás de tantas y tantas palabras escritas en la pantalla que sirvió para comunicarse con ella por un poco más de una semana…

… Pero, más que todo lo demás, deseaba responder una pregunta.

Pronto, sus cavilaciones se detuvieron al verla llegando al punto de encuentro, desde donde partirían a algún lugar agradable donde, al son de buena música y con un café dando sabor a la noche, podrían pasar una agradable conversación y, en el proceso, conocerse mejor.

Ella exhibía un atuendo impecable y acorde a la ocasión: Su piel blanca resaltaba tras de algunas prendas negras y marrones, resaltando su figura delgada de forma tan atractiva como sutil, al tiempo que exhibía una delicada combinación con su cabello negro y largo hasta más abajo del cuello, permitiendo todo el conjunto que sus ojos brillaran por sí solos. Perfectamente compatible con la camisa negra y el saco clásico que él llevaba puestos y que adornaban unos jeans convencionales, que le daban un toque sutil de informalidad y sofisticación. O, al menos, eso era lo que Miguel quería lograr al haberse vestido de tal manera en aquella ocasión.

Todo iba de acuerdo a lo planeado, y el lugar escogido, entre pasos que se perdían en el noctámbulo Sábado de la ciudad, no podía ser mejor para propiciar una agradable velada. Las luces tenues adornaban, al son de Louis Armstrong, Melody Gardot, Ella Fitzgerald, Nat “King” Cole, Norah Jones o Amy Winehouse, entre otros, icónicas y sumamente abstractas representaciones de la mitológica Macondo mientras, con un árbol sin ramas al lado y, acompañados por el aroma de un delicioso café, Sofía y Miguel conversaban sobre diferentes y entretenidos temas…

… Y, más temprano que tarde, él logró su cometido.

Aunque nunca imaginó que la respuesta a su pregunta sea algo tan… excepcional.

«John destruyó mi vida». La constante en el discurso de Sofía sólo podía definirse como increíble, rayando con lo lunático. Miguel, simplemente, no podía creerlo.

Y no es que no tuviera claro que había personas que pudieren destruir otras vidas, pero…

… ¿John? ¡Eso es imposible!

Entonces, ella le contó la historia de su relación. Al final, sus palabras finales completaron el retrato que quería mostrar, y lo tornaron en algo que se pasa de lo perturbador.

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«Deseaba que me salvaras… Desde hace tanto tiempo…»

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