Aún escribo estas líneas dudando de si debiera escribirlas, pero creo que tendré que salirme de mi sutil personaje por un instante.
Al fin y al cabo, ya van tres años y no he podido lograr que deje de dolerme tanto el corazón…
¿A quién quiero engañar? Simplemente la extraño… Tanto…
Me duele tanto saber que no debo estar a su lado, que no debo acercarme siquiera, que debo mirarla de reojo mientras cruza la calle asqueada con mi presencia, sólo por mi aroma, por mi rostro cruzando por su mirada por accidente…
… Que debo sonreír sabiendo que ella está bien. Que es finalmente feliz sin mí, que lo logré… Clavando dagas en mi alma. Que no quisiera dejar de verla, aunque sea de lejos, y que me duele que ni siquiera merezca un «Hola», después de tanto tiempo.
Me duele…
Siempre el dolor acompaña
cada paso,
cada giro interminable
de esa banal fantasía
que termino por llamar «mundo»,
mientras, de aquello
que solía llenarme
sólo persiste
un sendero de migajas
de sombras…
Cuánto quisiera
gritarle al oído
la verdad que tanto
me quema,
cúanto daría
por siquiera
una bofetada,
o que aquella sonrisa
que siempre me elude
terminara tomando
forma y esencia…
… Al menos un «Hola»
dañado y turbio,
por decencia,
por un arranque
de melancolía
que aquella mujer lejana
tuviera en su vida…
¿A quién engaño?
La echo de menos,
mucho más
de lo que quisiera imaginar,
de lo que intentara entender,
de lo que puedo soportar.
Pero, si lo hago…
Prefiero su odio
a su sufrimiento,
prefiero morir
a que ella muera.
Tal vez nunca lo entienda… Pero, si la veo más hermosa cada vez, como todas las veces anteriores, estaré al menos tranquilo y… Quién sabe…