La noche pasaba entre cervezas, mesas y risas.
El bar se encontraba a medio llenar aquella noche. Típico de miércoles, pensaría ella sentada en la barra, como solía hacer luego de una noche agitada en la que sólo deseaba descansar.
Los últimos días, sin duda, habían sido una odisea para ella. Pero no le importaba. Nada importa.
Aún con un poco de agitación por el largo camino que sus pies emprendieron hacia el lugar, miraba la transpirante botella de cerveza que se erguía frente a ella, esperando a cumplir con su única función válida. En medio del color trigo oscuro del cristal y el oscurecido líquido frente a ella, muchos pensamientos rondaban su cabeza. El trabajo estuvo bien en ésta noche en particular. El cielo estrellado trajo sosiego a su jornada, durante y después de finalizar su diario vivir, y también durante su trasegar hacia el sitio en el cual, semana a semana, se sentaba para encontrar un rato de esparcimiento y, tal vez…
El reflejo de su rostro terso y agradable se notaba en la botella. Su piel de color bronce confundía su color con el húmedo placer que tenía frente a sí. Guns & Roses ambientaba su solitaria velada y había algunos pensamientos que generaban ira en ella, pero no le importaba. Nada importa.
Pronto, tomó el teléfono de su bolso. Revisó la famosa red social buscando cosas que pudieren importarle y, entre videos de gatitos y frases motivacionales, decidió tomarle una foto a la botella, sólo para que la viera el mundo.
Unos minutos después, al ver el número de vistas de la foto, que había puesto en su sitio como un estado, y el infame nombre que correspondía a una de ellas, su ceño intentó fruncirse. Hasta que algo la distrajo de sus cavilaciones.
Recién llegando, un par de caballeros de apariencia cosmopólita y finas vestimentas llegaron al bar entre risas y conversaciones.
Tomaron asiento.
Exclamaron su orden, que fue cumplida unos minutos después. Ella, desde la barra, con una mano puesta sobre el mesón donde aguardaba su cerveza, de tal manera que sólo las puntas de sus dedos se ponían sobre la superficie, hizo un pequeño «tapeteo» con los dedos mientras observaba con gentileza a los nuevos bebedores. Pronto, giró la mirada hacia su teléfono y luego hacia su cerveza, siguiendo en sus pensamientos. Su objetivo se había cumplido.
Recordó entonces la historia que le dolía recién, y todas las cosas que vivió en los últimos tiempos de su vida. Fue inconsciente, porque era una historia finada, y aún así, estaba ahí.
Cada paso, cada palabra, cada contacto de sus manos. Cada lágrima y cada ofensa, de parte y parte. Pero no le importaba. Nada importa. Se quedó, al fin de cuentas, observando su teléfono, como si estuviese concentrada en sus cosas. Su objetivo se había cumplido.
Pasó una canción y media en medio de sus pensamientos, cuando giró la cabeza nuevamente a la izquierda. Notó al caballero de cabello largo hasta la nuca y barba ligeramente afeitada retirando fugazmente la mirada de su persona. Su dedo pulgar, por instinto, se movió a la izquierda. Sonrió con sutil dulzura mientras volteaba nuevamente a su teléfono y se llevaba la sudorosa botella a los labios.
Aquel mal recuerdo volvió a pasar por sus pensamientos mientras tragaba una bocanada de cerveza. ¿Cómo estará? La pregunta retumbó en su cabeza mientras sus labios, aún humedecidos de licor, hacían una pequeña mueca.
Volvió a mirar al caballero, que ahora buscó sus dorados ojos.
Sonrió un poco más, y pasó su mano izquierda por su cabello. El caballero sonrió hacia ella en un gesto de aprobación… Y gusto. Su dedo índice, aún sobre la mesa, se movió a la izquierda.
Ella decidió entonces que lo que estaba en su mente era una mera fantasía, digna de no ser tomada en cuenta. Mientras volvía a su teléfono y su rutina, un pequeño escalofrío cruzó por la tersa piel de su brazo mientras, en la mesa, el caballero llamaba al mesero. Ella sabía lo que pasaba, y lo que iba a pasar… Y siguió sonriendo. Al fin y al cabo, no importa.
Nada importa.