Mi querido lector, he descubierto que tengo un serio problema en mi forma de ser.
A lo largo de mi vida he participado de lo que mi amiga L… llama «Chocoaventuras»: Situaciones, a veces descabelladas, otras veces desafortunadas, pero casi siempre cómicas o sin sentido, que sólo terminan pasándome a mí… «Y al chavo del 8». De ellas hay anécdotas, relatos de testigos, entradas en éste blog y hasta un libro entero.
Sin embargo, en algún momento entre historia e historia, he notado que surge un patrón que, antes, me había eludido.
Pongamos como ejemplo aquella vez en la que tuve un problema con quien, otrora, fuera mi mejor amiga… Por cuenta de una mujer. Resumiré el asunto de la siguiente manera: La chica, luego de haber terminado su relación de pareja con mi amiga, decide llamarme mientras me encuentro en la universidad, estudiando. Sólo precisa saludarme… E invitarme a conversar, al son de un buen café. Aunque me sonó extraña la invitación, dado lo reciente del rompimiento, acepté la cita… Que nunca se dio, porque le hablé a mi amiga, en un sentido de respeto, y le expliqué la situación.
A consecuencia, mi amiga interpretó de alguna manera una serie de intenciones equivocadas del asunto, asumió que tenía tales intenciones y decidió odiarme por ello… Todo en menos de 30 segundos…
Un ejemplo más palpable de éste lío en que me encuentro es el siguiente: Me han pedido recientemente que redacte un documento de gran envergadura. De eso hace ya cuatro días. Tengo un mes para redactarlo y sé que el tiempo me quedará demasiado justo. Me han dado un gran adelanto del precio que pedí por hacerlo y ya lo he usado. Sin embargo, el día en que el negocio se concretó, recibí una llamada de mi jefe, de la oficina donde trabajo los días sábados, para ir a trabajar de forma extraordinaria en la oficina el día siguiente. Acepté sin vacilar… Sólo para que el día siguiente un cliente personal me solicitara un servicio… Que acepté sin demora. En medio del largo trabajo con mi cliente, recibí otra llamada de mi jefe, para hacer otro servicio… Que tomé sin chistar. Llegué tarde y fui de inmediato a dormir, sólo para que el día siguiente viniera con la sorpresa, por parte de mi madre, de que debía salir a hacer varias diligencias en su nombre. Eso fue ayer. Llegué a casa tarde, sólo con tiempo de descansar y escribir ésta entrada en mi blog.
Entonces, entre una y otra, he perdido cuatro días… De 30 destinados… De trabajo…
Y así me pasa todo el tiempo.
Creo que ya lo has notado, mi querido lector. Y, si me conoces, sabes que así sucede en la mayoría de mis «Chocoaventuras». Para los que saben, recordemos el asunto de «Alguien», o las veces en que terminé en sitios de dudosa reputación por acompañar a mi ex-amiga. O cuando tuve que soportar a regañadientes a la gente que decía que una carpa de motocicleta extendida en una pared, por alguna razón, resultaba ser arte, o cuando perdí todas mis ganancias sólo porque mi madre se inventa alguna razón para usarlas…
En fin. Resumiendo, en muy pocas ocasiones logro decir NO. Y eso, sea para quien sea, sea para lo que sea, es un problema serio.
Tal vez hayas podido ver una película con el ya legendario Jim Carrey, donde se aborda de manera magistralmente cómica y certera éste problema…
Total, que éste problema ha sabido ser una constante en mi vida desde hace varios años, y puedo decirlo con total humildad y honestidad. Además, otros lo han notado y éso, mi querido lector, hace que sea mucho más serio porque, a diferencia del personaje de Carrey en «Yes Sir», mis historias no siempre son agradables y casi nunca tienen finales tan felices o, al menos, cómicos.
Al menos, y de ésto hay evidencia que nadie quisiera que existiese, el episodio de el bar al que nunca fue nadie en Pereira se pudo evitar si hubiese dicho NO. Si hubiese podido negarme, tendría mucho más criterio y mayores y mejores elementos para hacer un plan para mi día a día. O, el evento de alguien se hubiera podido evitar o cortar de raíz hace mucho tiempo…
… O Miguel hubiese podido actuar mejor desde antes.
Por eso ésta entrada, mi querido lector. Para hacer un compromiso contigo, y con todo aquel que me conozca, me lea o sepa de mi oscuro y desastroso problema:
Me comprometo a actuar, de aquí en más, para tener un mejor criterio sobre mis propias decisiones… Y poder negarme a aquellas que no considere adecuadas para mi persona en cuanto se me presenten.
Buenas noches.