Ojos de Serpiente: Catarsis

Caminaba a casa aquella tarde, cuando algo tocó su rostro.

Giró su cabeza, atendiendo el llamado de quién sabe qué fuerza, y entonces vio el resplandeciente sol del atardecer colándose entre los edificios, bañándolo de un dorado amarillo…

Continuó su camino un par de calles más hasta que encontró un banco donde pudo sentarse, presa del sudor en su frente y de la hermosa imagen que le develaba el horizonte.

Metió su mano entre su bolsillo, y sacó el asfixiante paquete que, ahora, era la única adicción que le interesaba. Tomó un cigarrillo entre sus dedos y, con su viejo y desgastado encendedor, comenzó a quitarse unos segundos más de vida mientras los recuerdos continuaban invadiendo su agotado cerebro.

Aspiró del desagradable sabor y, aún contemplando el sol desapareciendo en el horizonte, exhaló el humo lentamente.

Sonrió.

Ante sí, una a una, las imágenes le daban recuerdos de cada cosa que había ocurrido en los más de tres meses desde que comenzó tan dantesca aventura.

La solicitud…

La primera conversación…

Las fotos…

Las discusiones…

Las personas…

Las historias…

Los amigos…

Las lágrimas…

Las pérdidas…

Ella…

Sofía…

Un solo pensamiento rondada recurrente en su cabeza. Una sola pregunta contingente cuya respuesta aún no llegaba.

¿Por qué?

Tal interrogante no era por los motivos de ella para sus acciones. Eso era bastante claro, para todos. No. Eso no era lo que le aquejaba. Su pregunta era, por mucho, más profunda.

¿Por qué pasó esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué?

El sol seguía bajando por detrás de las montañas, en medio de un cielo anaranjado, y luego violeta. Los pájaros adornaban el aire entre los edificios y las chimeneas. La luz se filtraba por los agujeros que las paredes ofrecían, y todo llegaba a los ojos de Miguel, quien seguía humeando, relajándose a cada momento.

Era un hermoso atardecer. Incomparable.

Un hermoso regalo de los dioses, del Cosmos, de ese exquisito Dharma que le daba un momento de paz y reflexión, mientras que el resto del mundo seguía con su camino sin percatarse del ardid que, bajo sus narices, había ocurrido.

Al final, él entendió.

La vida se encarga de darle a cada quién las lecciones que merece y necesita. Y nadie podrá sacarle de la cabeza la impresión ineludible de que tan terrible pesadilla con tan inimaginable alma oscura, para bien o para mal, resultó ser un producto de la causalidad, de ese infalible «efecto mariposa», que se encargó de cobrarle sus cuentas por todo el daño que había infringido en tantas personas a lo largo de su trasegar…

En especial… A ella…

A Gloria, la mujer de su vida.

Tal vez sea un «Perdóname» que jamás llegue a su destino…

Bajó entonces la cabeza, expresó para sus adentros lo que sentía y, con un suspiro, pensó en el rostro de aquella mujer que, ahora, resultaba tan lejana en su cabeza. Así, dio las gracias, no solo por la lección aprendida, sino por haber despertado a tiempo de tan desgarrador sueño.

Aunque nunca hubiera deseado tener que aprender esa verdad, de esa manera.

Sin importar sus motivos, sus justificaciones o cualquier filosofía que consiguiere difuminarla en el mundo actual, la maldad sigue existiendo en el mundo. No es que se parezca de alguna manera a lo que las historietas o dibujos animados, las historias de superhéroes o cualquier otra obra de ciencia ficción pudiere plasmar alguna vez.

No, este es el mundo real. Y sus villanos son reales. Su maldad es desgarradora… Y, aunque no nos guste, hay gente malvada en el mundo.

Y esa mujer… Es una de ellos. Es malvada.

Una bocanada de humo más. Luego, Miguel se levantó, y continuó su camino, de vuelta a casa, libre por fin de ese serpentino hechizo, que aquellos ojos lograron urdir en él con una excepcional maestría en sus pinceladas

Mientras tanto, al final de todas las cosas, la famosa red social, observadora silenciosa, protagonista y testigo mudo de la turbulenta anécdota que se había gestado, desarrollado y finalizado en aquella ciudad, continuaba funcionando como todos los días. Recogiendo, una a una, cada historia que, como ésta, se manifestaba en nuestro mundo.

Una historia que, con suerte, jamás continuará…

FIN.

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