Cómo espantar a la luchona y no morir en el intento

Nota: Este artículo es de carácter humorístico, basado en una mala experiencia tras otra.

Ah, las luchonas. Esa forma digievolucionada de vampiro de Crepúsculo que pulula en las calles y en las redes sociales, que tanto ha azotado la mente de cientos de jóvenes ansiosos y de decenas de vejetes codiciados y codiciosos a lo largo y ancho de nuestro desplatado continente. Cuántos de nosotros no nos hemos topado, sin siquiera buscarlo, con una luchona… Y cuántos no hemos llevado del bulto por una…

Seguro las ves todo el tiempo, pero ni cuenta te das, porque están en todas partes, siempre de cacería… por lo menos de un trago gratis.

Hoy, mi querido lector (o lectora, casos se han visto, no crean), quiero hacerte la buena acción del día. De tanta luchona que he conocido, y de tanta que me ha jodido la vida, he aprendido una o dos cosas, y para tu salud mental y tu seguridad social, quiero compartir mis saberes contigo.

Esta es la guía definitiva para identificar, confrontar y espantar a las temibles luchonas, antes de que te provoquen un nada deseado cáncer de nalga trasera.

La luchona: Descripción técnica

Comencemos por el principio, mi querido lector, y definamos de manera apropiada a qué es a lo que muchos nos referimos como «luchona».

Una luchona es una mujer… generalmente. ¡Pero no cualquier mujer! Es joven (o sabe muy bien cómo aparentarlo), casi nunca adinerada, y siempre la verás deliberadamente sexualizada. Sin importar qué gustos tengas, siempre te va a gustar, y no por falta de empeño en ello, por más que te diga lo contrario. Tiene amplia y muy variada presencia en redes sociales, y cree, jura y perjura a pies puntillas que es una mujer empoderada.

Y por supuesto, y esto es muy pero muy importante. No es que sea madre soltera.

 

Luchona que se respete, tiene bendición.

Pero ojo, no te vayas a enredar. Si bien una luchona es necesariamente madre soltera, no toda madre soltera es necesariamente una luchona. Hay madres solteras maravillosas, triunfadoras, aguerridas y empoderadas. Las ves en bancos, ocupando todo tipo de cargos, en oficinas de alto perfil, o en puestos administrativos. Las ves dirigiendo bufetes de abogados y dirigiendo tinterillos a toda marcha. Las ves desarrollando software a diestra y siniestra, con pocas o ninguna otra persona que las iguale. Se las ve incluso en la alta política (pregúntenle a Gina Parody que no tiene nada que ver).

No, mi querido lector. No hablo de madres solteras, hablo de LU-CHO-NAS. Y luchona que se respete, tiene bendición. Y entre más bendiciones, más luchona es la luchona. Aquí no tienes pierde, mi querido lector. Es una regla fundamental.

Tomado de Mamás luchonas, por LATFEM.
Recordatorio rápido: Este es un artículo HUMORÍSTICO.

La luchona siempre busca (o, por lo menos, eso dice) el bienestar de su bendición. Y tienden a ser muy organizadas: A cada bendición le tienen un papá distinto. Además, generalmente, no es lo mismo el papá de la bendición, que el proveedor de la bendición. El papá de la bendición es para la bendición. El proveedor de la bendición es para la luchona.

«Ah, pero es que yo conozco a varias luchonas que no tienen hijos», sí, yo también conozco varias mujeres que no tienen hijos y se comportan como luchonas, pero es que a esas no se les llama luchonas. Se les llama conchudas, o cuando se profesionalizan se les llama «sugar babys», pero ese es tema para otro día…

 

La luchona adora a Dios… Pero sólo de Facebook para adentro.

La luchona ama a Dios. Lo quiere más que una monja, lo pone por delante todo el tiempo. A cada rato habla de él, le dedica frases, palabras bonitas, incluso lo pone en mayúsculas sostenidas (porque jamás va a decir que eso fue el autocorrector de su teléfono), y adoran a Dios, lo quieren y lo aman… Que «Dios es mi pastor», que «con Dios todo lo puedo», que «Dios le pone las pruebas más duras a sus guerreros más fuertes», que «con Dios siempre por delante», que Dios esto, que Dios aquello, que Dios por más allá, que «amo a Dios», que «con Dios a mi lado no me hace falta nada», adoran a Dios por sobre todas las cosas…

 

… Y tienen todos los estados de Instagram para probarlo.

Tomado del canal de TikTok «Mujer Ingobernable».
Ver aquí

 

Oiga, y eso es cuanto video de paisajes bonitos con música de nueva era hecha en MIDI con texto pegado encima, cuanta fotito de paisaje con texto en el centro alusivo a Dios, cuanto estado, cuanto videito de TikTok, todo lo republican, todo lo repostean (porque bienaventurado aquel que encuentre una que cree sus propios videos y sus propias fotitos), etcétera, etcétera…

Eso sí, en una iglesia no las vas a encontrar jamás.

«¡Para qué más, si con mi bendición tengo!»

 

Recordatorio: Este artículo es de carácter humorístico.

Siempre sabe lo que quiere…

La luchona siempre lo dice y lo repite a los cuatro vientos. «Yo soy una mujer que tengo claro lo que quierooooo». Toda presentación que haga en cuanto sitio de citas por Internet se encuentre en su camino va a tener siempre lo mismo, que sabe lo que quiere.

Lo dice por todas partes, por entrada y por salida, la tiene clara y no permite que nadie se lo discuta. Lo tiene presente todo el tiempo, ella sabe lo que quiere, siempre sabe lo que quiere, la luchona nunca dejará de saberlo y nunca dejará de decirlo.

Eso sí, jamás va a decirte qué es lo que quiere.

 

Te va a dejar en la duda, eso tenlo por seguro. Le basta con saberlo ella, porque eso hace parte de lo que quiere. Así de simple, mi querido lector.

 

 

 

Aunque seamos justos, sí, hay algunas luchonas que te dicen lo que quieren, aunque te lo dicen de forma bonita. Algo así como «…busco una relación que me dé estabilidad…».

¿Estabilidad? ¿Qué, viven en un lodazal o qué?

¿El piso de su casa está hecho de pelotas o algo así?

 

Claro, eso es chiste, pero hasta yo que soy autista sé a qué se está refiriendo la luchona cuando habla de «estabilidad». También tú lo sabes, ¿cierto que sí, mi querido lector?

 

Es una actriz consumada.

La luchona es la mejor amiga de la cámara (no, no lo dije al revés, es así). Y si es de un teléfono, mejor. Porque resulta que la luchona siente que nació para ser actriz. O modelo, tal vez. Quién sabe. No importa al fin y al cabo, lo que importa es que está frustrada y el teléfono con cámara la salva… Sólo ella sabe cómo, pero la salva.

 

Siempre tiene la pose perfecta, si es voluptuosa lo exhibe, si no es voluptuosa lo finge. Si está bien vestida presume, si no está bien vestida lo arregla (o se empelota, pero de OF hablamos después). A la hora que sea tiene el maquillaje correcto sin importar en dónde esté, y se lo pone en tiempo récord. Y de los filtros de las fotos ni hablemos: LOS CREARON PARA ELLAS.

Ah bueno, y como son actrices frustradas no sólo posan: También tienen sus líneas escritas y preparadas. ¿No lo has notado? Tienen sus perfiles listos y a la mano para subir la foto precisa a la hora correcta, y siempre va con una frase de esas motivacionales de libro de autoayuda, pero de esos de papelería de esquina… Porque además pareciera que todas fueron a la misma universidad y estudiaron la misma vaina: «tecnología en autoayuda con énfasis en Coelho».

Es que es en serio, nunca les falta qué poner: Que «la vida está para disfrutar y no solo para sobrevivir», que «te vivo como me toques, vida» y que «gratitud ilimitada por las bendiciones» y que «donde pisa leona no camina gatita», que «la mujer no llora sino que factura» (sí, también ella ¡y qué!), que «nadie puede robarme la tranquilidad», que «nadie puede hacerte sentir inferior sin tu permiso», y que «la que puede puede y que la que no, critica», y se recitan los cuatro acuerdos esos del carajo al derecho y al revés aunque no sepan de qué m#$)@ están hablando, eso es una filosofía de Sadghuru impresionante, les provoca dar Master Class de crecimiento personal, se sienten listas para cuanto seminario de autoayuda se les atraviese, y si se les atraviesa alguno se lo tragan entero y botan las pepas.

«Si siempre estás tratando de ser normal, nunca sabrás lo maravilloso que puedes ser», dice una en sus shorts de YouTube mientras mueve el trasero, y «hay que creernos capaces de todo» dice la otra en la foto sin blusa y dando la espalda que puso en Facebook. Son expertas en las frases motivacionales…

… Aunque no tienen ni idea de qué rayos están hablando.

 

Y claro, se me olvidaba, perfil de redes sociales de luchona que se respete tiene, por lo menos, 10 fotos posando con la bendición.

 

En la cama es una diosa… y por obvias razones.

Recordatorio: Este artículo es de carácter humorístico.

Claro, mi querido lector. «El que no muestra no vende», dice el dicho, pero si no tienes calidad nadie compra tu producto. ¡No te extrañes si te acuestas con una luchona y no termina bostezando! No sólo es buena, es una maestra, y te enseña varias vainas.

La luchona sí se sabe las 33 paradas, el Kamasutra es un juego de niños, los ejercicios de Kegel se los conocen al derecho y al revés, por el Tantra ya pasaron derecho y hasta dejaron reseñas en Rotten Tomatoes.

No te vas a arrepentir de acostarte con una luchona. Eso te lo garantizo. El problema es que ella sí se va a arrepentir de acostarse contigo.

Bueno, y ¿qué es lo que quiere la luchona?

Aparte de todo lo que te he contado, hay algo que estaba pasando por alto: Una luchona siempre está de acuerdo con todas las demás, en que «Yo no quiero palabras, quiero hechos». Pero ya te lo había comentado, mi querido lector. Nunca te dicen qué hechos buscan. Para ellas lo importante es que la enreden y después le «muestren que la quieren», aunque nunca te dicen cómo. Y como yo sé que tú no sabes, y a mí me tomó mucho tiempo (y lágrimas de sangre) averiguarlo, te lo digo ahora, y entre más luchonas me pongan insultos en los comentarios, más pilladas habrán quedado.

Por ahí leí que muchos le dicen «luchona» a la madre que, por decisión propia o falta de «pantalones de un cabrón» tuvieron que enfrentar la maternidad solas. No, esas son madres solas e independientes, capaces y  poderosas. Se equivocó la señorita que escribió esa vaina. Lo que busca la luchona es, en efecto, tu pantalón. Pero no para quitártelo, sino por lo que hay en el bolsillo trasero del pantalón.

Porque sí, por doloroso que suene (o se lea) decirte esto, lo que busca una luchona de un hombre es una cosa y solo una: ¡LA COCHINA PLATA!

Y sí, ya me imagino la tormenta de arena que las luchonas (y/o feminazis) que lean esto van a armar en la caja de comentarios. Y la verdad, M.I.U.C.

Pero te lo garantizo, mi querido lector, entre más gorda tienes la billetera más bonito te van a mirar. Y el amor que te tenga la luchona sólo te va a durar hasta que se te acabe el dinero que puedas darle. Pero ojo, no te vayas a equivocar, la luchona no necesariamente se quedará con el millonario o el viejo pensionado. Con que tengas un sueldo y le quieras dar, por lo menos, la mitad, está bien para ella.

Pero si eres millonario o pensionado, pues hombre… Entre más carne tenga la presa, ¿mejor la cacería, no?

 

¿Cómo saber si no eres blanco de una luchona?

Ahora sí, mi amigo (o amiga, casos se han visto, no creas), te voy a contar cómo es que estás a salvo.

  1. Si el barrio donde vives, mi querido Brayan Estic, es de una sola calle, y esta no tiene pavimento alguno, déjame decirte, mi querido y ñero amigo, que estás a salvo.
  2. Si no importa cuánta loción te eches el fin de semana, te delata tu trabajo en el campo de cebolla, o siempre se te va a ver un pedacito de boñiga en la suela de los zapatos, también te informo, mi apreciado campesino, la luchona no te busca.
  3. Si eres uno de esos que es partidario de la caminata a campo traviesa (o el ciclismo, también vale) por necesidad y no por deporte, puedes respirar tranquilo, mi apreciado y sudoroso hacendado de Sisbén, porque no tienes una luchona en la nuca.
  4. Si tu herramienta de trabajo dice a voz en grito «Acérquese y disfrute de un delicioso chococono y medio litro de helado», o tu frase de bienvenida en lo que crees que es tu oficina es «Aproveche la promoción», te felicito, mi apreciado vendedor ambulante. Estás a salvo.
  5. Si tu prédica es de paz y amor, tus cigarrillos no tienen marca ni empaque y hubieses deseado haber ido a Woodstock (o si Maria Fernanda Cabal dijo «trabajen, vagos» refiriéndose a ti), puedes relajarte otra vez, mi querido chirrete petroñero, tu vacía billetera está a salvo.

Y así hay otros casos similares, sólo busca las coincidencias.

¿Cómo te quitas de encima a la luchona?

Ahora sí, después de toda esta barbacha (que espero que te haya sacado un par de sonrisas, por lo menos), a lo que vinimos. ¿Cómo espantar a la luchona y no morir en el intento?

Si, por casualidad, no pudiste identificarla a tiempo para huir como alma que lleva el diablo, o si supo engañarte porque también leyó este artículo y se sintió pillada, te tengo dos soluciones fáciles.

  1. En la primera cita: Fácil, mi querido lector. Cuando se encuentren avísale que sólo pagarás la mitad de la cuenta. La responsabilidad financiera es un insecticida natural para las luchonas. De inmediato dirá que se le presentó un problema con su bendición, y buscará a otro incauto que le de trago gratis. Con suerte, se despedirá de ti.
  2. En las redes sociales o perfiles de citas: No te pongas a subir fotos presumiendo lujos, carros lujosos o destinos en el extranjero. Y en tu presentación, escribe claramente «No compro sentimientos por dinero». Con eso tienes, la luchona te tildará de tacaño y se largará a buscar a otra presa.

A mí me pasó, créeme. En Facebook Parejas puse «Si quieres venderme tus sentimientos por dinero o cosas materiales, por favor sigue tu camino». A los dos días me escribió una luchona, indignadísima, y trató de convencerme de que «entonces te quedarás solo porque todas lo hacen, e incluso varios hombres también lo hacen». Claro, como «a donde va Vicente va la gente»

Y por si te preguntas si es cierto que nadie se va a fijar en ti, mi querido lector, no te preocupes. Sí existen mujeres (y hombres también) que se fijan realmente en quién eres y no en lo que tienes en los bolsillos. Son grandiosas personas y, así como me escribió esa luchona tratando de excusarse, también me ha escrito gente con cerebro y corazón, y he tenido grandiosas conversaciones. Si sigo solo no es por cuenta de las luchonas, tenlo por seguro.

Y si tú, mi querida luchona, estás leyendo esto, y decides lanzar tus comentarios de indignación, te invito a hacerlo en la caja de comentarios, o por donde quieras. No los ocultaré ni los borraré. Sólo espero que, después de este artículo humorístico te quede, si es posible, una lección importante: Atrapar la billetera de una persona no es empoderamiento femenino. Pero eso, como dicen, es un cuento para otro día.

 

Buenas noches.

(Para un comentario no humorístico sobre las «luchonas», da clic aquí)

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