Un ritual de desesperación

Por muchos años y en muchos entornos he visto con demasiada preocupación una tendencia en las personas, y entre más jóvenes es más fuerte ésta característica.

Me preocupa, porque he visto diferentes versiones de ésta tendencia, y también sus consecuencias. No es agradable, y tiende a empeorar.

 

 

Pero, antes de empezar, mi querido lector, déjame dejar algo claro: NO ESTOY HABLANDO DE NINGUNA PERSONA EN ESPECÍFICO. Así que, si sientes que éste tema va a afectar tu susceptibilidad, te recomiendo que te retires sin leer.

¿Qué es un texto de Autoayuda?

Resumiendo, mi querido lector, un texto de autoayuda es un compilado, ya sea en texto o en video, que contiene una serie de consejos y/o actividades que mejoran la conciencia y la identidad, impulsan el desarrollo de las habilidades personales y de los propios potenciales, contribuyen a construir capital humano y facilitan la empleabilidad, mejoran la calidad de vida, y contribuyen a la realización de sueños y aspiraciones.

Lo que se supone que éstos contenidos generan, es herramientas en la persona para mejorar su estilo de vida y progresar funcionalmente en diferentes aspectos, desde la personalidad hasta un entorno laboral.

Famosos autores de contenidos diversos enfocados hacia éste tipo de esquema se pueden ver desde Carlos Cuauthemoc Sanchez o Paulo Coelho, hasta personalidades sociales como Barack Obama y Robert Kiyosaki, o religiosas como Sadghuru o los papas católicos.

Para ser más extenso, cualquier persona puede publicar una serie de consejos sobre como mejorar las vidas de otros, basados en sus propias experiencias de vida o laborales. Pueden decir que éstas prácticas les han funcionado y lo más probable es que así haya sido.

Pero hay un problema en ése razonamiento, y es justamente ése el punto sobre el cual, mi querido lector, quiero comenzar mi disertación.

 

 

De…

Quiero ponerte un ejemplo, mi querido lector. Por favor, trata de imaginar ésta pequeña historia ficticia.

Una mujer trata de salir de la pesadilla que le tocó por vida. Siendo niña en los años 80, sufrió de diferentes abusos por su obesidad. El matoneo no se hizo esperar y sus años de primera infancia fueron, para no decir mucho, infernales.

Todo siguió su curso desde ahí, a medida que fue creciendo la chica en cuestión se tornó en alguien solitario, depresivo y rencoroso que, aunque no es necesario que sea violenta, no tenía buenos deseos hacia las personas. Frustrada, la mujer no lograba tener éxito en la vida en ninguna de sus facetas.

Entonces, una tarde cualquiera mientras caminaba por su ciudad, pasa por una iglesia católica antigua. Embelezada por su arquitectura entra en ella, a lo mejor tratando de refugiarse del sol de la tarde o de encontrar un lugar dónde descansar luego de un rato de caminar sin parar.

Es entonces cuando, mientras está sentada en uno de los grandes muebles característicos de éstos sitios, acompañada por los sonidos que los ecos y el silencio suelen orquestar magníficamente, ve el hermoso altar al final del pasillo y comienza a caminar hacia él con la intención de ver de qué materiales está hecho. Con cada paso que da, el eco genera un sonido más estridente que va atrayendo la atención de los otros asistentes al lugar, que podrían estar sólo rezando, conversando entre ellos o, como ella, buscando un refugio donde descansar.

Cada paso, dado su estado al entrar al lugar, resulta ser más pesado y difícil que el anterior. Sin embargo, ella no para, ya sea por la costumbre de caminar o porque, simplemente, es terca y quiere lograr ése pequeño objetivo.

Al llegar al altar, satisfecha, descubre que el altar está hecho de mármol y cobre. Lo contempla unos segundos, lo analiza con algo de regocijo y luego, repite el proceso hasta llegar a su silla. Unos minutos más tarde, cuando ha descansado lo suficiente, repite el proceso, ésta vez para salir de aquella iglesia.

Al salir, una epifanía inunda su mente: «Sólo necesitas ser terco para llegar a tu objetivo, y no parar hasta lograrlo».

 

 

Comienza entonces aquella joven, en los primerísimos años de su edad adulta, a ponerse metas en la vida, una por una, y trazar pasos para lograrlas.

Primero, sus problemas de sobrepeso. Pronto, sus compañeros de colegio se dan cuenta de que, luego de unos meses de ejercicio intenso e ininterrumpido, unido a una serie de hábitos alimenticios saludables, la «gordita» de la que se burlaron muchos años se transformó en un ejemplo de lozanía y belleza que muchos vieron con asombro y algo de envidia.

Después, su rendimiento académico. A la par con su nueva rutina física y de salud, comenzó aquella chica a concentrarse, uno por uno, en todos los aspectos de su aprendizaje en que tenía problemas. Sólo era cuando cada problema en sus asignaturas era solucionado que ella saltaba al siguiente.

Al salir de la escuela, lo siguiente fue enfocarse en una forma eficiente de conseguir dinero. Entonces, comenzó a vender… Qué se yo… Productos de belleza. Muchas veces su modo de vida tambaleó y cayó, y sin embargo ella seguía empeñada en que aquello que le estaba dando su medio de vida debía ser un negocio exitoso para ella. Eventualmente, su negocio floreció, prosperó y le fructificó, convirtiéndose en una mujer exitosa.

 

 

Luego de varios años, y de muchos éxitos acumulados, aquella mujer, ya adulta, profesional y próspera en su vida, decide bajarse una tarde de su auto último modelo para caminar un poco, por la razón que sea, y se encuentra nuevamente ante una construcción familiar. Era aquella iglesia que visitó cuando era muy joven. Entró de nuevo, escuchó los sonidos tan familiares y vio las largas sillas que conoció en aquellos momentos. Vio el altar, decidió caminar nuevamente hacia él y repetir aquellas cosas que hizo aquella tarde. Al salir de la misma, recordó la epifanía que tuvo.

Decidió entonces que, si le sirvió a ella, inexorablemente debía servirle a otros y, por lo tanto, escribe un libro de autoayuda, basado en cuatro reglas fundamentales:

  1. Ponte metas, cualesquiera que sean, pero que sean alcanzables para ti.
  2. Establece qué pasos debes seguir para lograr éstas metas.
  3. Con cada paso que des, hazte notar más que con el paso anterior.
  4. Se terco y no desfallezcas hasta lograr tu objetivo.

El libro la hace mucho más notable, obtiene ganancias significativas, se replica de forma pirata en todas las esquinas, y ella obtiene fama y fortuna.

 

¿Lo tienes?

 

Para…

Ahora te contaré una segunda historia, por favor trata de ponerle tanta atención como la anterior.

 

 

 

Un joven ha vivido una vida… Aburrida. No ha sido particularmente notable en su entorno desde que era un niño, y ahora que es un adulto joven en la década de los 2000, sólo se dedica a repetir la misma rutina todos los días: Se despierta a las 7 de la mañana, se acicala, se pone su camisa, su pantalón y su corbata, desayuna, aborda un bus, va al mismo edificio, llega al mismo piso y se ubica en el mismo cubículo, y allá permanece durante las mismas 8 horas del día. Luego, aborda otro bus, vuelve a casa, cena, pone algo de música, se desviste, y se acuesta a dormir. Al otro día, todo vuelve a empezar.

Salvo algunas excepciones, tal vez unas cervezas con amigos, o algo de entretenimiento personal, su vida ha caído en la monotonía. Aunque él no se siente particularmente en desacuerdo con ésto, no le disgusta estar en su zona de confort… Excepto por un detalle.

Por más que lo intenta de muchas maneras, su vida sentimental es un desastre. Nunca ha sabido, o ha podido, encontrar a una persona a la cual querer. Seguro, ha tenido algunas aventuras, pero nada ligeramente cercano a una persona que lo pueda querer. Esto lo entristece mucho, pero no tiene tiempo para deprimirse entre su trabajo y su poco tiempo para descansar. Por lo tanto, sueña en su mente con una mujer hermosa que lo quiera y con quien pueda vivir mil y una aventuras de felicidad insondable.

Pero, al final, vuelve a la realidad, y continúa con su trabajo, conforme y satisfecho porque, por lo menos, está bien, tiene salud y puede vivir tranquilo.

 

 

 

Pasan algunos años en la vida de aquel hombre, como antes no es especialmente notable, por lo que no obtiene ascensos y sólo logra los aumentos de sueldo que logran entre todos los miembros de su sindicato o los que, por ley, le son correspondientes. Se ha mantenido a la par de la sociedad actual, ahora ya no usa corbatas y no tiene ínfulas de grandeza. por lo que ha reemplazado el autobus en que viajaba por una modesta motoneta.

Y, sin embargo, la soledad ya ha hecho demasiada mella en él. De hecho, en el aspecto sentimental, ya ni siquiera intenta acercarse a nadie. ¿Para qué, si al fin y al cabo terminará igual?

Es entonces que un amigo lo encuentra a la entrada de un bar, un fin de semana cualquiera. Como son amigos desde hace años, y hace tiempo no se veían, tienen tiempo para contar cómo van sus vidas, es entonces cuando el amigo de nuestro protagonista se entera de que éste ya se ha rendido en el amor.

«Oye, no te rindas, debes ser terco y nunca desfallecer hasta lograrlo», le dice el camarada mientras toma una cerveza. Acto seguido, le recomienda un libro. Dice a boca llena que éste libro le ha servido mucho y que, si se aplica bien, cualquier persona podría ser exitosa en cualquier aspecto de su vida. Unos días después, se encuentran y el amigo le presta una copia del mismo libro a nuestro protagonista.

Como ya estás interpretando, mi querido lector, hablo del mismo libro que escribió la exitosa protagonista de nuestra historia anterior, con las mismas cuatro reglas:

  1. Ponte metas, cualesquiera que sean, pero que sean alcanzables para ti.
  2. Establece qué pasos debes seguir para lograr éstas metas.
  3. Con cada paso que des, hazte notar más que con el paso anterior.
  4. Se terco y no desfallezcas hasta lograr tu objetivo.

 

 

Como nuestro amigo es una persona de hábitos estrictos, dedica dos horas de su noche antes de dormir, todos los días, a devorar el conocimiento de aquel libro. Pronto, ha devuelto el libro a su amigo, y ha comprado una copia para sí mismo. Antes de que pueda darse cuenta, ya tiene papel y lápiz en mano.

Un pequeño bicho, dormido por muchos años, ha despertado y le está rondando en la cabeza.

La recepcionista.

 

De cabello negro y ojos verdes, de piel clara, cuerpo esbelto y un estilo de vestir sobrio y sensato, la recepcionista de la empresa ha sido el deleite de los ojos de muchos empleados de la compañía, incluyendo, obviamente, a nuestro protagonista.

Pero, aunque ha sido gentil y amable con todos, nunca ha cedido ante ninguna pretensión romántica, ni siquiera del gerente, o del mismísimo dueño.

Pero ellos no cuentan con el arma de nuestro joven amigo…

Tengo el manual. Y tengo un plan.

 

 

 

El plan de nuestro protagonista resulta ser sencillo.

  • La meta: Lograr que la recepcionista se enamore de él para comenzar una relación de pareja juntos.
  • Los pasos:
    • Llevarle regalos a su cubículo de trabajo, algunos sin remitente, y otros atribuyéndose el crédito de los mismos.
    • Invitarla a salir en varias ocasiones, luego de muchos regalos, para darle la oportunidad de conocerlo mejor, y que pueda ver sus virtudes.
    • Cuando haya la suficiente confianza, luego de varias citas, lanzarse a darle un beso y empezar a salir de forma más íntima.
    • Luego de varias felices salidas, proponer la relación y entablarla.
    • Luego de la relación, seguir cultivando lo que ha logrado con más detalles y gestos de cariño, hasta que ella no pueda vivir sin él.

 

Es así como, una mañana cualquiera, nuestra hermosa doncella, al llegar al trabajo, encuentra sobre su teclado una caja de chocolates hermosamente adornada. Trata de preguntar, sin éxito, quién le envió semejante detalle con una evidente sonrisa en los labios. Una sonrisa que no pasa desapercibida por nuestro galán, quien sonríe al unísono mientras ella va a su cubículo.

Al día siguiente, una pequeña rosa roja adorna el teclado. Lo que sucede es lo mismo que el día anterior. Nuestro chico, siempre puntual para sus labores, ya está en su cubículo trabajando cuando recibe la visita de la hermosa chica de sus sueños, ésta vez con una esquela en sus manos. Le pregunta si él le dejó una esquela hermosamente adornada con una flor y su firma. El, sólo asiente con la cabeza y ella hace una pequeña risita. Gracias, le dice, pero el hombre le interrumpe, le propone salir ésa noche por un café y una buena conversación.

Repasando el plan que escribió en su papel ésa noche, el chico se rasca la cabeza. Se le pasa su hora habitual de dormir pensando en el asunto, y no entiende por qué la respuesta de ella fue un categórico «No». Pero bueno, hay que ser terco y no desfallecer hasta lograr el objetivo, ¿no?

… ¿No?

 

 

 

El siguiente día, el regalo fue más rimbombante: Globos de colores, más chocolates y peluches fueron protagonistas de la historia. Claro, con cada paso que des, hazte notar más que con el paso anterior.

La recepcionista, aunque muy halagada, ahora sonreía de forma incómoda. Así pasaron otros dos días, hasta que el chico la volvió a invitar a salir. Otra vez, la respuesta fue rotunda: «No».

La dinámica se repitió, con el chico variando las opciones de regalos a ver si es que no encajan en sus gustos. Repetía el paso con terquedad inquebrantable, cada vez con más notoriedad. Siguiendo los pasos del libro aquel…

 

 

… Hasta que una mañana, los titulares del pueblo se llenaron con la imagen del hombre siendo arrestado y llevado a prisión desde su trabajo luego de que la recepcionista del lugar llamase a la policía.

«Acoso sexual en el trabajo», dijeron. Él sólo diría que se trataba de un pequeño detalle. Sólo quería conquistarla, y terminó perdiendo su trabajo, su dignidad y su vida.

Al investigar, los peritos encontraron en su casa una fotografía de la chica, extraída de sus redes sociales, un pequeño papel y una copia rápidamente desgastada de un libro de autoayuda.

Viendo el periódico, el viejo amigo de nuestro protagonista, ahora reo, se rasca la cabeza mientras disfruta del whisky en su enorme sala de estar, la que había logrado obtener con el mismo libro que le había recomendado a su amigo y que a él le había servido, así como a muchos otros.

 

 

¿Qué c@%&$ pasó?

Si seguiste bien la historia, mi querido lector, te habrás dado cuenta de que nuestro protagonista hizo todo conforme al libro. Se puso una meta alcanzable, estableció los pasos para lograr su objetivo, y comenzó a seguirlos. Ante la adversidad, fue más y más notorio, y actuó con terquedad con el único propósito de lograr su objetivo.

Lo que el libro no le dijo, lo que la autora y protagonista de nuestra primera historia no detalló, es que éstos consejos sí funcionan… En un entorno laboral o empresarial. Además, éstos consejos fueron destinados para una época específica, con un grupo de personas específicas, y ése, mi querido lector, es justo el meollo de toda mi reflexión.

Un libro de autoayuda no sirve igual para ti que para quien lo escribió.

 

 

O.K…. What The F€¬~#!!

 

 

Es fácil de comprender, mi querido lector.

Autores como Paulo Coelho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Dale Carnegie, Napoleon Hill, Walter Riso, o Robert Kiyosaki, entre otros, escriben libros basándose, a veces, en sus experiencias de vida, o en los entornos socio-culturales donde viven. A veces, escribirán basados en la época en que nacieron o crecieron, o en sus experiencias religiosas o morales, con base en los cánones o clichés en que han vivido. Si son exitosos, y a ellos les funcionó, al resto del mundo también le podría funcionar, es la posible consigna que éstos autores, con el debido respeto que su obra y su legado merecen, aplican a la hora de difundir sus métodos al mundo.

Con todo respeto, ellos fallan. Y tú también, si los sigues.

Y es que toda la combinación de experiencias que, por ejemplo, el señor Carlos Cuauhtémoc Sánchez vivió y vive en su trasegar, se basa completa y enteramente en un conjunto ÚNICO de factores que han definido su vida.

Un conjunto de factores en los cuales tú, mi querido lector, no vives.

Sólo porque una persona es una mujer en un mundo de hombres que logró tener éxito y aclamación, no significa que tú, por ser mujer en un mundo de hombres, tendrás el mismo éxito o la misma aclamación haciendo lo que ella hizo. Para que eso funcione, debes vivir en el entorno específico en que ella vive, con las características sociales, culturales, económicas e incluso geográficas y demográficas con que ella vivió. En otras palabras, debes ser ella.

Y ahora, los tales memes

Ahora, con la proliferación de las plataformas digitales de redes sociales, el fenómeno se ha agravado. Ahora, ni siquiera son libros de autoayuda.

Son frases, a veces de autores famosos, otras veces de cualquier persona, que son montadas sobre fondos bonitos o inspiradores, que tienen mensajes agradables o incluso de motivación personal, pero que están escritas sin contexto o destinatario específico, que han sido codificadas como imágenes, que claman ser de autoayuda y que proliferan como una plaga por Internet, en parte por aplicaciones web que permiten crearlas con facilidad.

Estas imágenes son mal llamadas «memes». Y si has sido habitante de la red por un tiempo similar a mí, mi querido lector, sabrás de antemano que no hay nombre menos adecuados para éstas imagenes motivacionales.

Éste no es un meme…

ÉSTE ES UN MEME!

Haciendo a un lado la distinción, éstos «memes» son aprovechados y compartidos en plataformas digitales de redes sociales por personas que, o bien los creen, o bien quieren que otras personas los lean. Y esto, mi querido lector, hace que caigamos en lo mismo que sucede con el protagonista de nuestra historia… Aunque muchas veces peor, porque una instrucción tan específica sin que haya siquiera contexto hace que perdamos el camino que queremos seguir, sea éste cual sea.

Entonces, el solo esfuerzo de llenar bases de datos de sitios como Facebook con cantidades incontables de bytes, sólo para pretender que puedes dar consejos o, peor aún, para recordarte que ésos consejos son falsamente útiles en tu vida, es tan nutritivo para el intelecto como una fotografía de oxígeno para un hombre que se ahoga.

Y por eso, mi querido lector, es que, aunque odies éste pensamiento, nunca, nunca, NUNCA voy con autoayudas, ya sea de libros o de frases motivacionales…

 

 

… Aunque a veces las comparto. No por motivaciones personales ni de crecimiento de ninguna especie, sino porque me dan risa o me identifico temporalmente por ello.

Entonces, ¿Soy acaso un hipócrita? ¿Soy demasiado radical? ¿Estoy acaso equivocado?

Por ahora, dejo el tema abierto. Si quieres comentar, te invito a hacer un sano debate en la caja de comentarios… Y si te ha gustado, no lo dudes, si puedes compartir un «meme», ésto tampoco te cuesta nada. Pero, mi mensaje final para ti es:

 

Buenas noches.

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